Abre sus puertas la exposición ´La memoria invicta´ con obras de la artista gitana austríaca Ceija Stojka

Exposición Holocausto

Un evento celebrado en Factoría Cultural de Polígono Sur motivado por el Día de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto

La exposición estará abierta a todos los públicos hasta el 27 de febrero, y constará de varios dibujos autobiográficos de esta artista gitana austríaca representando su memoria infantil durante el III Reich. Se trata de obras que son el reflejo de la violencia que se vivió en los campos de concentración en la Alemania Nazi, en concreto, desde la perspectiva del colectivo de los gitanos, un sector olvidado como víctima del Holocausto como lo fueran los judíos, o los disidentes políticos. Hasta el año 81 los gitanos no fueron reconocidos como víctimas del Holocausto en Alemania.

Durante el acto de conmemoración, Miguel Ángel Vargas, el coordinador de la actividad, junto con las integrantes del colectivo gitano Akherdi, explican lo que pasó en esos años de gran violencia, así como visibilizan la cultura gitana. Ellos explican cuanto necesitan las víctimas que se recuerde y se conmemore, en lugar de intentar que se olvide sin más. Así, como cuenta Miguel Ángel Vargas, afortunadamente. a partir de los años 70,  algunos artistas contribuirán a visibilizar aquel proceso histórico y a su respectivas víctimas a través de la literatura, o el arte en general. Se trata de artistas que comenzarán a abrir el debate acerca de lo que ocurrió. 

Más tarde, dos de las integrantes leen dos poemas: ´Antes que nosotros´, de Rajko Djuric, un político y poeta serbio y gitano, y ´Esto ha pasado´, de la protagonista de la exposición, Ceija Stojka, 

Exposición Holocausto

Más tarde, dos de las integrantes leen dos poemas: ´Antes que nosotros´, de Rajko Djuric, un político y poeta serbio y gitano, y ´¿Sueño que vivo?´, de la protagonista de la exposición, Ceija Stojka, 

Para finalizar, se encienden siete velas por cada uno de los colectivos víctimas del Holocausto: disidentes políticos, gitanos, judíos, personas con diversidad funcional o enfermedades mentales, prisioneros de guerra, personas del colectivo LGTBI+, y testigos de Jehová y otras confesiones religiosas.

 

Antes que nosotros

Antes que nosotros

el agua no ahogaba, 

ni el fuego destruía,

y el viento besaba las hojas.

 

Antes que nosotros

la tierra estaba preñada 

y nadie se atrevía a tocar su alma,

Ni el rocío

ni la hormiga.

 

Antes que nosotros

los lobos eran fieles y creyentes

 y plácidamente,

la llegada de los pájaros 

colmaba los árboles de buena bají,

las flores eran nidos para los pájaros,

la hermandad reinaba en la vida de los peces.

 

Antes que nosotros

el viento se llamaba altura,

el agua significaba profundidad,

y el fuego convertía los sueños en palabras.

 

Antes que nosotros

nada.

 

Antes que nosotros

Ni tumba 

ni casa.

 

 

¿Sueño que vivo?

El kapo entró con el látigo y me dijo: “te vas a recorrer todos los camastros y donde haya un muerto, ¡lo sacas! ¡A los de arriba los tiras abajo y los arrastras igual hasta la puerta!”. Y yo…, yo hacía rodar los muertos hacia abajo, hacia adelante hasta que ¡zas!, caían al suelo. Se me hacía cuesta arriba cuando se trataba de niños con los que había jugado o hablado. Pero con el tiempo una se acostumbra, y además, no te queda otra. Si no lo haces viene el tipo y te parte la cabeza.

Que construyan en Auschwitz una chimenea que arda en llamas! No solo una, ¡cinco! Y arden día y noche. Para nosotros lo peor era cuando llegaban los trenes a las tres de la madrugada. Oyes el chirrido de los frenos, oyes como la gente camina, como los empujan los kapos y los soldados con perros.

Los perros aúllan y sus aullidos llegan hasta el cielo. Entonces oyes cómo les resbalan las ropas hasta el suelo, como llegan al crematorio. Y luego, durante un rato, ya no oyes nada. Está todo en silencio ¿entiendes? Y de repente sopla el viento y el olor se mete en el barracón.

Dos veces estuve esperando a las puertas del crematorio, una vez dos días y dos noches y otra vez un día entero. La segunda vez estábamos preparados. Solo queríamos que terminara rápido. Y mi madre lo expresó con estas palabra tan bonitas: ”allí arriba te espera tu abuela, tu padre, toda tu gente. Están listos para recibirnos. Aquí estamos solos. Vuestro padre no está con vosotros”. Hizo que se nos fuera el miedo. Cuando nos llevaron de allí, sentimos como una decepción, porque teníamos claro qué iba a ocurrir.